
La soledad no es a la única a la que podemos recurrir en la tristeza, siempre hay otra opción. El llanto es menos sutil, e inclusive hasta más elegante, ¿no es así?, ¡valla soledad!, siempre tu a mi lado, mi compañera.
¿Por qué guardas silencio?, ahora das paso al dolor. Y empiezo: desde que comienza la lluvia hasta que acaba. Gota tras gota… ¿es la ventana o son mis mejillas?, ¿es el cielo o son mis ojos?, ¿es la lluvia o mis lágrimas? Quisiera guardar luto a mi corazón y cubrir este amor con el negro velo de tu ausencia.
¡Qué tortura!, aun no cesa la lluvia, ni mi llanto. Las sombras de tu recuerdo desfilan cual obra de teatro frente a la ventana, ¡Qué función!, es un derroche de masoquismo sin igual. Yo faquir y tu altruista, quien lo diría, yo trastornos mentales y depresión y tú con tu utopía y visualización positiva.
Y este miedo al futuro crea una ilusión frente a mi ser, llena el espacio vacío con alucinaciones saprófitas de mi mente acribillada, y el silencio…
¿Será que el cielo también llora por tu ausencia? O ¿será que Dios me da motivos para recordarte cada día nublado?
Y mis sollozos orquestando un drama en mi cabeza, ¡bella algarabía! Lluvia… cesa y deja de torturarme con tu dulce y lúgubre encanto masoquista.
Me levanto –quisiera un café- voy al sofá, y de fondo “Vivir Sin Aire” –debería dormir un poco- aun se escucha la lluvia afuera, será un buen momento para el cierre con broche de oro con un llanto improvisado, el último sollozo de mi alma… en mi mano tu fotografía es felizmente abrazada por la ultima lágrima del día. Y así es siempre, desde que comienza la lluvia hasta que muere mi llanto.